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La sexualidad

Por John A. Byers

La sexualidad humana se extiende por casi todas las áreas de nuestra vida. La sexualidad implica mucho más que las diferencias fí­sicas entre los hombres y las mujeres y va más allá del acto fí­sico sexual en el matrimonio. Es la expresión de toda la persona entera que vive la sinfoní­a de la existencia humana.

Los cristianos necesitan una comprensión bí­blica de la sexualidad. Entender nuestra sexualidad es esencial para determinar nuestras relaciones con las demás personas y para manejar apropiadamente los deseo fí­sicos que Dios nos ha dado. Tal entendimiento nos permite tanto entender el significado verdadero de la sexualidad, como rechazar las ideologí­as provenientes de la cultura. La sociedad se ha vuelto más indulgente puesto que ha redefinido la base y el significado de la sexualidad. La ha convertido en una relación casual que se expresa en un acto fí­sico sin tomar en cuenta a la persona por entero, ni las consecuencias que siguen al goce del momento. En vista de lo cual ha disminuido el respeto a la persona, mientras que el egoí­smo se ha elevado a un nivel que contradice lo que Dios ha dispuesto.

El Libro del Génesis nos dice: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Genesis 1:27). La segunda frase de este versí­culo explica la primera frase. Ademas Génesis sugiere que Dios no es un Ser solitario, sino un Ser relacionar (Genesis 1:26). Puesto que el hombre y la mujer fueron creados para tener comunion con Dios, no podian funcionar como seres aislados. Creados a la imagen de Dios, eran seres sociales. Debido a que básicamente son identicos el uno y la otra, tienen la posibilidad de lograr una comunion intima. Ella y él son personas hechas a la imagen de Dios. Pero debido a que también son distintos entre sí­, hay que tomar en cuenta otra dinámica, es decir, la sexualidad humana.

Cuando se toman en cuenta los aspectos biológicos de la sexualidad, uno trata con sólo una parte de nuestra humanidad. Cuando se considera el aspecto relaciónal de la sexualidad se ve al hombre y a la mujer desde una perspectiva distinta y más alta, es decir, su creación a la imagen de Dios. Debido a que fueron creados a la imagen de Dios (su persona) y fueron creados como mujer y como hombre (su sexualidad), su potencial relaciónal va más allá de la experiencia de intimidad fí­sica.

La relación hombre-mujer tiene dos dinámicas principales. La primera es el conocimiento y la afirmación de nuestra identidad sexual -el ser hombre o mujer. Es importante, si uno desea experimentar la sexualidad tal como lo dispuso Dios, que la persona esté agradecida de ser un hombre o una mujer.

La segunda dinámica lo lleva a uno más allá de la identidad sexual e involucra al sexo opuesto. El reconocimiento de la masculinidad y de la feminidad no necesariamente involucra la intimidad sexual. El hombre y la mujer fueron creados, no sólo para la procreación, sino con la intención de que formen relaciones. La interdependencia mutua puede enriquecer a las dos personas.

La sexualidad humana tiene ramificaciones que trascienden tanto a las relaciones no matrimoniales, como a las relaciones matrimoniales. La relación entre hombres y mujeres hace posible que las personas experimenten la imagen de Dios. Dios es un Ser-en-relación: Padre, Hijo y Espí­ritu Santo. Se le puede entender mejor a través de las relaciones en Sus distintas personas. De igual manera ocurre con los hombres y las mujeres; su naturaleza sexual se experimenta mejor cuando se hace en relación con su estado de hombre y de mujer.

La aceptación de nuestra naturaleza masculina y femenina también es importante en la relación matrimonial. Establece al amor como algo más que el deseo sexual. Existe un reconocimiento de plenitud mutua cuando una persona busca a la otra, cuando una persona se hace responsable por el bienestar de la otra persona. Esta aceptación también es significativa para el propio acto sexual fí­sico.

El mandato divino de sexo en el matrimonio no niega el deseo natural. Más bien, cuando ocurre dentro del matrimonio donde ocurre la vinculación emocional, hace que la expresión sexual sea más libre y satisfactoria. El convertirse en una sola carne sugiere un intercambio que uno no puede retractar ni denegar.

El Libro del Génesis lo llama «conocimiento,» cuando dice que «Conoció Adán a su mujer Eva «(Genesis 4:1). La palabra «conocer» implica un intercambio profundo e inexpresable de comunicación, una experiencia de identidad mutua. Es el convertirse en «una sola carne» (Genesis 2:24). El matrimonio provee para que la union fisica sexual tome lugar en una relación correcta, en el momento apropiado y con la persona indicada.

La unidad que se obtiene con la experiencia sexual establece la razón para que se practique la abstinencia antes del matrimonio. Dwight Small dice que el acto fí­sico «involucra y afecta a todo el hombre y a toda la mujer en el verdadero centro de su ser, de forma que después de que ocurre, ninguno de los dos pueden volver a ser como eran antes de unirse.» (1) Pablo sugiere que tener una relación sexual fuera del matrimonio es convertirse en un miembro de la comunidad del mal (1 Corintios 6: 16-17).

Ser infiel en el matrimonio es fallar en la responsabilidad de mantener el bienestar total de la otra persona. Las relaciones sexuales con personas que no son el cónyuge dañan la personalidad del matrimonio. Se rompe la unidad de la relación.

La infidelidad también ocurre cuando ya no se considera necesario mantener el pacto hecho al comprometerse a esta relación. Se deja de creer que el cónyuge es verdaderamente humano. En vez de ver al cónyuge como una imagen de Dios y como un compañero para toda la vida, se le considera como un objeto fí­sico o algo peor. Por ende, los atributos atractivos de la otra persona se pierden ya que se separan del compromiso de fidelidad entre las dos personas. Por lo tanto, se presenta la tentación de romper el compromiso matrimonial y de buscar la intimidad en otros lados. El resultado deshumaniza a las personas involucradas y destruye los lazos del matrimonio.

Dios nos dio la sexualidad humana para nuestra plenitud, nuestro regocijo y para la procreación. Experimentar nuestra humanidad realmente es encontrar lo que significa ser creado a la imagen de Dios. Por lo tanto, los cristianos deben celebrar su sexualidad individual, reconocer su capacidad para ser saludablemente sexuales en relación con otra persona.

(1) Dwight Harvey Small, Christian Celebrate Your Sexuality